El pasado domingo 20 de abril subí a un avión con rumbo a Tenerife Norte, porque al día siguiente tenía una charla en el ciclo de conferencias que organiza cada año la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia (Fundoro).
La charla lleva gestándose desde hace casi un año cuando Antonio Hernández y Nacho Rodríguez, de Fundoro, contactaron conmigo y me propusieron viajar a esta bonita isla para hablar de El arte de nombrar la vida en el XXXIV Seminario Orotava. Se trata de un seminario de asistencia libre para el público general y para el profesorado de centros educativos canarios que lo deseen, ya que es un Curso de Formación del Profesorado homologado por la Dirección General de Ordenación de las Enseñanzas, Inclusión e Innovación de la Consejería de Educación, Formación Profesional, Actividad Física y Deportes del Gobierno de Canarias.
Nada más aterrizar en Tenerife, me recogió Nacho Rodríguez, de quien tengo que destacar su amabilidad, profesionalidad y paciencia para organizarlo todo. ¡Mil gracias! Nacho me llevó al hotel, donde pude descansar esa noche y terminar de organizar la charla que tendría al día siguiente.
El lunes 21 tuve toda la mañana para ultimar detalles y para disfrutar de un paseo por los alrededores del hotel en el que me alojé en la localidad de La Laguna, que me encantó conocer. El aroma a ciudad colonial, con casas colorida, gente amable y mucha vegetación fue uno de los contrastes que más llamó mi atención durante dicho paseo. Pude disfrutar también de la gastronomía local durante el almuerzo y sobre las cuatro de la tarde, de nuevo Nacho vino a recogerme para llevarme hasta la Orotava, donde está la sede de la fundación y donde sería la charla.
La charla titulada El arte de nombrar la vida estaba basada, como bien habéis podido imaginar por el título, en mi libro homónimo. Y consistió en dar unas pinceladas de los temas tratados en cada capítulo, para hablar de la importancia de la taxonomía, de la historia de la clasificación de los seres vivos y de la “cultura única”, hecho en el que insistí durante toda la ponencia. El público fue muy agradable y estuvo muy atento durante todo el rato que duró la charla, preguntando incluso al final de esta. El lugar también era muy adecuado, puesto que la charla fue en un salón de actos-biblioteca rodeados de un montón de libros curiosos y antiguos que le daban un punto mágico a aquel sitio. Tuve la suerte de conocer a varios miembros de la fundación, así como a varios de los asistentes, entre los que había algunos compañeros profesores y biólogos e incluso un paisano de Sevilla. Hablar un ratito con ellos fue muy agradable, tanto durante la charla, como en el debate posterior. Entre los asistentes estaba Miguel Hernández González, que me regalo su libro - con dedicatoria incluida- Juguetes escénicos para divulgar ciencia. Volumen 1, gesto que agradecí muchísimo. A la vez, yo doné a la fundación un ejemplar de mi libro El arte de nombrar la vida, para que quedará en la biblioteca rodeado de tan buena compañía.
Tras terminar, de nuevo el bueno de Nacho me llevó al aeropuerto, aunque temíamos que peligraba el vuelo, puesto que había muchísima niebla y empezó a soplar un viento fuerte y a llover, pero con solo 10 minutos de retraso, mi vuelo hacia Sevilla partió sin problemas, llegando al aeropuerto hispalense sobre las 12.00 de la madrugada, cansado, pero con ganas de reunirme con Macarena que me esperaba para recogerme y ver a mis niñas, e intentar descansar un poco para la semana tan intensa que me esperaba, pero esto ya os lo contaré en otro post.
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