sábado, 14 de febrero de 2015

Enamoramiento animal

Como hoy es 14 de febrero creo que es muy apropiado hablar de enamoramiento en el blog, pero lo vamos a hacer desde el punto de vista de los animales. Así que la idea es responder a la pregunta: ¿Se enamoran los animales? Pues pasen y lean, aquí intentaremos aclarar dicha idea.

Dos cisnes "enamorados". Fuente



Antes de nada quiero aclarar que este post no es original, aunque si de mi autoría, ya que corresponde a un fragmento del artículo que publicamos en 2010 en el difunto blog Museo de la Ciencia, hecho a tres bandas por Hector Mediavilla, Mayte Fábregas y yo mismo, titulado Enamorarse: cuestión de química. Si queréis leer el artículo completo pinchad en el link anterior. 

Mi idea es traeros solo la parte que escribí yo, en la que hablaba del enamoramiento en el reino animal e ilustrarla de nuevo, retocando y añadiendo lo que haga falta, si es conveniente, por supuesto para mejorarlo. Así que aquí lo tenéis.

Dos pingüinos emperador "enamorados". Fuente

Empezaremos hablando del cortejo animal, que es el proceso previo al apareamiento en muchas especies, lo cual es, en cierto sentido, muy parecido al ritual que llevamos a cabo los humanos: antes del apareamiento físico, los machos (en general) tienen que conquistar a la hembra, convencerla de que él es “el mejor de los mejores”, algo así como decir - nena, elígeme, porque yo lo valgo -. En los humanos, en la mayoría de los casos, sigue siendo el hombre quien inicia las relaciones heterosociales. Hoy día el 90 % de las ocasiones sigue siendo la frecuencia con la que el varón realiza el acercamiento, aunque afortunadamente parece que la mujer va tomando cada vez más la iniciativa. De hecho el factor que más se relaciona con un mayor número de citas en ellos, es el número de veces que intentan iniciar una relación heterosocial. Para ellas sin embargo, el factor, o uno de los factores que más se relaciona con el número de citas que tiene, es el tamaño de su red social. Es decir, conocer a muchos chicos que puedan querer iniciar una relación.

Cortejo en humanos. Fuente

El cortejo de muchos animales tiene el mismo sentido, la intención de convencer a la hembra para cumplir aquello de que todo ser vivo nace, crece, "se enamora perdidamente", se reproduce... Es un fenómeno que forma parte del instinto reproductivo animal. El cortejo sirve para que los individuos se busquen, se reconozcan, “se enamoren” y copulen. Este instinto reproductor es tan fuerte, que a los machos de algunas especies animales tienen que realizar verdaderas hazañas, y a muchos de ellos les cuesta la misma vida. Tenemos ejemplos muy claros de esto:

Muchas especies de arañas llevan a cabo peligrosos cortejos, como por ejemplo, Latrodectus mactans, más conocida como viuda negra, precisamente por la bonita costumbre que tienen las hembras de zamparse a los machos una vez finalizada la copula, y eso con suerte, ya que el macho se las tiene que ingeniar para acercarse sin ser comido por la hembra, al menos antes de terminar la transmisión de su esperma. Y ahí es donde entra en juego el cortejo ya que hay machos de arañas muy ingeniosos que utilizan muchas estrategias distintas para acercarse a las hembras con menor riesgo, como esperar a que ésta esté comiendo; atarlas con seda, al estilo "Cincuenta sombras de Grey", para que tarde un rato en soltarse; o la forma más elegante, que consiste en ofrecerle regalos nupciales, que pueden ser presas, secreciones o regurgitaciones... Algunas especies que hacen esto son Paratrechalea ornata, Pisaura mirabilis, Pisaura lama, Perenethis fascigera y algunas arañas de la familia Trechaleidae.

Macho acercándose peligrosamente a una hembra de viuda negra. Fuente

Esta misma estrategia de dar regalos es muy común no solo en arañas, sino en otros artrópodos, sobre todo en insectos, como la polilla Utetheisa ornatrix, cuyos machos transfieren a las hembras sustancias químicas que le servirán para proteger los huevos contra la depredación, e incluso para protegerse a sí misma; como los grillos Allonemobious socius, cuyas hembras durante la cópula se alimentan de una protuberancia especializada que posee el macho en la pata, obteniendo de esta manera nutrientes; o como la mosca de la fruta Drosophila melanogaster, cuyos machos transfieren junto con el esperma, sustancias que favorecen la puesta temprana de huevos

"Amor" entre dos ejemplares de moscas de la fruta. Fuente

Los machos de las mantis religiosas, Mantis religiosa, son muy conocidos también por perder la cabeza, literalmente, antes (en algunas especies, las hembras devoran a los machos que no las cortejan como debe ser),  o durante el cortejo o la cópula con las hembras, normalmente de mayor tamaño que ellos. Aun así, es un comportamiento que no se ocurre siempre, y no todas las especies de mantis lo llevan a cabo. Si ocurre durante la cópula, lo más normal es que el macho lo primero que pierda sea la cabeza, pero eso no supone ningún problema para la hembra, ya que los movimientos copulatorios están controlados por unos ganglios nerviosos que se encuentran en la región abdominal. En la zona de la cabeza existen unos centros inhibidores de estos movimientos, por lo que cuando el macho es decapitado, la hembra consigue convertirlo en una maquina de sexo, que puede seguir copulando sin problemas. Eso sí, no se van a poder dar besitos... 


Este macho ha perdido la cabeza por el amor de su hembra... Fuente

Algunas especies de animales que también realizan cortejo son aves, como las avutardas, Otis tarda, que realizan la espectacular “rueda”, un baile complejo baile ritual a modo de exhibición en el que los machos usan sus movimientos propios y el de su plumaje para competir entre ellos o exhibirse ante las hembras. Este comportamiento se da entre finales de marzo y finales de abril en varias zonas de la Península Ibérica. Suelen ser las aves, junto con los insectos, los que más se esmeran en el cortejo, siendo auténticos galanes expertos en convencer a la damisela de turno para envejecer juntos y ser felices, o al menos para copular.

Secuencias de la rueda en un macho de avutarda. Fuente


La rueda de las avutardas. Ver en YouTube.

Otros animales que realizan largos cortejos son por ejemplo los leones, Panthera leo, que son capaces de copular cada 20 minutos durante unos 3 o 4 días, por lo que parece ser que de enamoramiento saben tela, o al menos de vigor sexual.

Una pareja de leones enamorados... Oh wait! Fuente

Ahora sí... Una pareja de leones enamorados. Fuente

Existen animales como los jabalíes, Sus scrofa, y los cerdos, S. scrofa domestica, que incluyen entre sus rituales de cortejo los besos en la boca, tras los cuales se producirá la cópula. 

Visto lo anterior podemos afirmar que el “enamoramiento” forma parte del cortejo animal, y sirve para seleccionar al objeto sexual y fijar la atención de manera persistente y obsesiva en él hasta conseguir el fin del proceso que es la cópula o coito, que permite a las especies reproducirse y cumplir su papel de perpetuarse a través de las crías.

Cerditos besándose. Fuente

Aunque los comportamientos anteriores no necesariamente están relacionados con la monogamia y con la fidelidad a una sola pareja, en el fascinante reino animal podemos encontrar múltiples ejemplos de animales monógamos y fieles, machos de una sola hembra y hembras de un solo macho. La monogamia en animales puede ser presentada como una alternativa social que posibilita la cooperación de ambos progenitores en el cuidado de las crías. Esta teoría conocida como “papá en casa” garantiza la paternidad e impide la copulación de “su” hembra con otros machos. Un ejemplo lo encontramos en la marta, Martes zibellina, cuyos machos son capaces de prolongar el apareamiento hasta ocho horas (¡ochos horas!) para asegurarse de no compartir a “su” hembra con otros machos y así además, aumentar las posibilidades de que las crías que tenga esa hembra sean efectivamente suyas.

Una marta cibelina. Fuente


Algunos de los animales más conocidos por su “fidelidad” y su amor por una sola pareja a lo largo de su vida son los albatros, género Diomedeidae, los lobos, Canis lupus, las águilas del género Accipitridae, los búhos del genero Strigidae, las ballenas (Misticetos) y algunos antílopes como los pequeños dik-dik, Madoqua sp.

Una pareja de albatros sólo ponen un huevo cada vez que crían, que suele ser cada dos años, y además lo hacen en el mismo nido durante toda su vida.

Una pareja de albatros tonteando... Fuente

Nuestros parientes cercnos, los bonobos, Pan paniscus, presentan unos comportamientos de cortejo que van más allá del simple apareamiento, ya que utilizan la atracción y el contacto sexual como el modo principal de socializar dentro de un grupo. Mientras que en el chimpancé común, Pan troglodytes, generalmente son las hembras las que buscan a los machos para copular, en los bonobos éstas suelen esperar el acercamiento de los machos.  Los bonobos macho tienden a ofrecer comida u otros regalos a las hembras de su interés y es finalmente la hembra la que elige de manera libre si acepta copular con el macho o no. Tampoco existen combates entre machos para aparearse con las hembras, a diferencia de lo que ocurre con los chimpancés y otras especies animales, sino que los machos pueden incluso llegar a tener contacto sexual entre ellos mismos antes de copular con la hembra.

Una bella imagen de dos bonobos besándose. Fuente

Como decíamos antes, parece claro que en los bonobos el comportamiento sexual no tiene como fin principal la reproducción, sino que estos despliegan una amplia variedad de conductas sexuales que van desde el frotamiento de los genitales entre individuos de un mismo sexo o de sexos opuestos, hasta el sexo oral o la cópula en la "postura del misionero", que se pensaba que era exclusivamente humana.

Bonobos haciéndolo en la "postura del misionero". Fuente

Podríamos mencionar muchos más ejemplos de comportamientos parecidos al enamoramiento en animales, como los combates rituales de leones marinos, alces, ciervos o muflones; las parejas monógamas que forman los cisnes, los pingüinos emperador y algunas anátidas; la danza nupcial de los escorpiones; el baile de las grullas o de las aves del paraiso; o simplemente la fidelidad de algunas mascotas hacia sus dueños, pero no nos vamos a extender más y así os dejamos trabajo de investigación a aquellos que queráis saber más sobre el tema.

Dos alces macho combatiendo. Fuente

Por último, quiero comentar algunas reflexiones del biólogo Richard Dawkins, en su obra “El gen egoísta”, donde nos explica como algunos comportamientos típicos del “enamoramiento” podrían ser explicados en términos reproductivos, condicionados por el “egoísmo” de nuestros genes.

El gen egoista. Fuente

“(…) Cabe suponer, por lo tanto , que cada miembro de la pareja tratará de explotar al otro, intentando forzar al compañero a invertir más en sus hijos. Idealmente lo que a un individuo debiera “agradarle” (no me estoy refiriendo a goce físico, aun cuando también podría darse) sería copular con tantos seres del sexo opuesto como fuera posible, dejando al compañero o compañera que criase a los hijos. (…) (…) Ya se ha sugerido que una hembra puede rehusarse a copular con un macho que no le haya ya construido un nido, o al menos ayudado a hacerlo. En realidad es el caso de muchos pájaros monógamos, en que la copulación no tiene lugar hasta que el nido ha sido construido. El efecto de ello es que en el momento de la concepción el macho ha invertido en la criatura bastante más que sólo sus baratos espermatozoides. (…) (…) Exigir a un macho pretendiente que construya un nido es para una hembra una forma efectiva de atraparlo (…)”

La verdad es que leyendo la última frase de los extractos de “El gen egoísta” se pierde mucho del romanticismo que emana la evocación de la escena del esforzado pajarito macho construyendo un nido para agradar y enamorar a su hembra… y resulta que es que la hembra lo que hace es asegurarse de que el pájaro en cuestión no se largue después de la cópula, dejándola con los huevos o polluelos…

Un tejedor construyendo un nido. Fuente

Entonces para ir concluyendo, ¿realmente se enamoran los animales? Como respuesta a la pregunta, tal vez tengamos que señalar que el enamoramiento, dependiendo de como se entienda, puede ser algo humano solamente, y los biólogos y etólogos son cautos a la hora de dar una respuesta a esto. Pero algo muy parecido por lo menos, parece que ocurre en el mundo animal, y muchas especies, como hemos visto, presentan comportamientos, cortejos y actitudes parecidas a las que tendrían un hombre o una mujer enamorada.

Y para terminar os dejo una apropiada cita de Antífanes

"Hay dos cosas que nadie puede ocultar: que está borracho o que está enamorado".

Amor lento. Fuente

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Referencias:

- Naukas.
- El celo de la avutarda.
- Bonobos.
- Arañas.

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DEDICATORIA: Como no suelo regalar por San Valentín desde hace muchos años, aprovecharé para dedicar este post a Macarena Rodríguez García, mi mujer, con la que llevo ya más de la mitad de mi vida compartida y con la que espero compartir la otra mitad restante, aunque para ello tenga que realizar algún ritual de cortejo como los de los animales... 

Enamoramiento animal

4 comentarios:

Maribel dijo...

Carlos, esta entrada está que enamora!

Mil gracias, Maribel

Amara dijo...

El reino animal me apasiona Carlos, pero si no fuera así, leyendo tus post y viendo tus charlas, tendría que ser así.
Ha sido como ver un gran documental de la BBC :-)
En cuanto a lo del gen egoísta y si se enamoran...puede que la función sea efectivamente por el interés biológico de perpetuar la especie,pero sinceramente, viendo la foto y conociendo el comportamiento de los bonobos, como mínimo, me asalta alguna duda.
Por cierto, esa foto, es mi nuevo fondo de pantalla del móvil ;-)

Gracias por este post.

Amara dijo...

Aclaro que la foto que me he puesto de fondo es la primera de los bonobos jejejeje

Carlos Lobato dijo...

Muchas gracias por los comentarios Maribel y Rosa. Me alegra que os haya gustado. ;)

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