Imagina que las ciudades no son solo un espacio gris, feo, contaminado y rodeado de cemento, sino un laboratorio vivo donde la naturaleza sigue abriéndose paso. Eso es lo que nos descubre Menno Schilthuizen en Darwin viene a la ciudad. La evolución de las especies urbanas, un ensayo muy llamativo que nos muestra cómo la evolución se lleva acabo tambien a nuestro lado, en las calles, parques, jardines, túneles de metro, pisos, alcantarillas...
Las ciudades son ecosistemas relativamente nuevos -y muy acelerados-, donde animales y plantas se las ingenian para sobrevivir de las maneras más sorprendentes. Hay aves que abren nueces usando el paso de los coches como si fueran herramientas, lagartos que caminan mejor sobre el asfalto, cotorras que capaces de colonizar hasta la Ciudad del Amor, escarabajos que sienten atracción por botellas de cerveza y mariposas que cambian de color por la contaminación. Todos esos y muchos más ejemplos nos los podemos encontrar en esta maravilla de libro.
En su obra, Schilthuizen nos demuestra que la evolución no solo sucede en bosques lejanos o solo puede observarse en los laboratorios: también sucede aquí mismo, en nuestros pueblos y ciudades, a ojos vista de cualquiera que tenga curiosidad por mirar con la lupa de la ciencia.
El autor no es un divulgador cualquiera, ya que trabaja en el Centro Naturalis de biodiversidad y enseña biología evolutiva en la Universidad de Leiden, por lo que sabe muy bien de lo que habla. Además, es un habitual en medios como New Scientist, Time o Science. Estamos además ante su primera obra traducida al español.
Lo mejor del libro es que no necesitas ponerte las gafas de científico para entenderlo, ya que cada ejemplo es como una anécdota contada en una sobremesa y viene acompañada de esa chispa que te hará mirar la ciudad con otros ojos. Si alguna vez has creído que los hongos, los insectos o los pájaros estaban lejos de nuestro mundo, este libro te hará ver que están tan cerca como las acera, los semáforos o las farolas.
Para rematar, el autor también nos invita a repensar cómo nos relacionamos con la naturaleza urbana. Plantea que tal vez no deberíamos intentar conservar un paisaje “ideal” del pasado, sino aceptar lo dinámico y cambiante del actual, entendiendo que la ciudad puede ser una nueva forma de naturaleza, digna de protección y llena de asombros.
Yo descubrí este libro gracias a mi buen amigo y maestro Sergio L. Palacios que lo leyó y me comentó que seguro que me encantaría. Ya llevaba varios años atrasando su lectura y me alegro un montón de haberla recuperado este verano, porque, efectivamente, el libro me ha encantado. ¡Gracias Sergio!
¿Por qué pienso yo que te le va a gustar a cualquier lector de La ciencia de la vida? Pues muy fácil, porque el autor sabe convertir lo cotidiano en territorio para la sorpresa y el descubrimiento, porque demuestra que la ciencia puede ser divertida, accesible y emocionante, sin jerga ni tecnicismos, porque te cambia la mirada: ahora cada paloma, cada jardín, cada bicho... tiene algo que contarte acerca de adaptación, evolución y vida, y porque es ideal para lectores de cualquier formación, ya que es un libro que te atrapa tanto si te interesa la biología como si simplemente te pica la curiosidad.
Como conclusión solo decir que Darwin viene a la ciudad no es solo un libro: es una invitación a volver a mirar los pueblos y las urbes con los ojos de un explorador. Muy recomendado.
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