"Ahora mismo me encuentro recorriendo los campos de la sierra de Aracena, un lugar muy bello e inhóspito para recorrer en invierno. Son muchos días caminando y sin encontrar alimento. Desde mi fuga lo más que he podido atrapar ha sido un pequeño lebrato desvalido que estaba al filo de la muerte por inanición, por lo que era escaso en carnes. Estoy cada vez más cansada. Pero lo que peor llevo no es el hambre, ni la sed, ni el frío; es la soledad. Son muchos años sola. Son muchos años aislada, sin tener noticias de los míos. Creo que la insoportable soledad fue lo que hizo que me decidiera a escapar. No fue una fuga fácil, ya que mi prisión tenía unos barrotes fuertes, que jamás hubiese podido romper o doblar, además la vigilancia era muy intensa. Fue una casualidad lo que me dio la oportunidad y por supuesto no lo dudé: Tenían que cambiar las rejas que me retenían por culpa del oxido, por lo que la sustituyeron por una débil tela metálica, aunque eso sí, protegida por un guarda armado en el exterior. Como he dicho antes no lo dudé y al atardecer, cuando el cielo empezaba a brindarme resguardo con sus juegos de luces y sombras, aproveché una distracción del guarda para cavar en torno a la tela metálica lo suficiente para que está se pudiese levantar un poco. Me arrastré por debajo, y me hice unos fuertes arañazos en la espalda, pero logré escabullirme fuera. Después fue solo cuestión de esconderme detrás de unos sacos, aprovechando la oscuridad de la noche que se venía encima. Cuando el vigilante volvió, se armó un revuelo brutal. Fue un caos de ruidos de sirenas, focos encendidos, gente corriendo, puertas cerrándose... La mayoría salió a buscarme y tras una larga noche de espera, vi como regresaban poco a poco, desanimados, abatidos y confundidos, preguntándose como había podido alejarme de allí en tan poco tiempo. Al amanecer encontré el momento de salir corriendo como alma que lleva el diablo y aprovechando que entraba la última partida de búsqueda, salí de aquel recinto, amparándome en las sombras del amanecer. Oler la libertad me dio alas para escapar de la zona, lo más rápido que pude. (…) De eso hace ya cuatro días y desde entonces no he parado de alejarme. Cada vez estoy más cansada y aturdida y si no encuentro alimento pronto, creo que no aguantaré. No lo he dicho antes, pero estoy embarazada, algo que no llego a comprender porque no he estado con ningún compañero, aunque supongo que las inyecciones del mes pasado tienen algo que ver. (…) Estoy al pie de una carretera, creo que son muy peligrosas, pero tengo que cruzarla. Los ruidos y los olores no son naturales, y eso no ayuda a que mi embotada cabeza piense con claridad, pero tengo que pasar al otro lado. Ya casi estoy, pero el ruido se esta volviendo más fuerte… miro a un lado y un monstruo metálico enorme se acerca velozmente. Tengo que esquivarlo. Mis miembros no responden… ¡creo que voy a m…!"
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El anterior relato lo escribí para participar en el II Premio de Literatura Breve y Diversidad Biológica, convocado por Ecosostenibilidad.com, y que tenía que versar sobre una especie en peligro de extinción. No es que sea muy bueno escribiendo, pero es la primera vez que presento un relato a un concurso literario y la verdad es que me lo pasé muy bien escribiéndolo y me gustó como había quedado al final, aunque sabía que ganar me quedaba bastante lejos. Además siempre pensé que me descalificarían por añadir, al final del escrito, el recorte de periódico, ya que añade más texto del que estaba permitido en las bases del concurso, pero parece que no hubo problemas. Pinchando en este enlace podréis leer las dos historias ganadoras de este año y la que ganó el año pasado; la de los dodos me encanta y pienso que ambas son justas ganadoras, aunque evidentemente no se han podido leer las demás para apreciar su calidad.