Ya me lo dijeron mis alumnos: esto será difícil de olvidar. Y lo corroboro al 100 %. La semana pasada vivimos una experiencia estupenda, estuvimos tres días y dos noches de acampada en un entorno paradisíaco y salvaje, en las cabañas de
la Sauceda en pleno
parque Natural de los Alcornocales, en la frontera de Málaga y Cádiz.
Vegetación entre las rocas
El curso pasado ya intentamos montar la acampada, pero por diversas cuestiones al final, a pocos días de irnos, la tuvimos que suspender, y nos quedamos con las ganas. En el presente curso, Javi y yo estuvimos pensando seriamente si ponernos manos a la obra otra vez o si, vista la experiencia del año anterior, merecía la pena empezar con los preparativos. Y decidimos lanzarnos a la piscina. ¡Y vaya si mereció la pena!
La excursión se la planteamos a nuestros alumnos de primero de bachillerato, los cuales respondieron bastante bien y al final fuimos con 29, (19 chicos y 10 chicas), a los que acompañamos cuatro profesores: Javi (de Educación Física, y el verdadero alma mater de la acampada), Cristina (de Educación Plástica y Visual), Clara (de Inglés) y yo (de Biología y Geología).
Partimos el martes desde el instituto, aproximadamente a las 8:45, y el viaje de ida fue sin ningún inconveniente, llegando a nuestro destino más o menos sobre las 11:00. Allí nos recibió Paco, el responsable de las cabañas, que nos llevó en su Land Rover gran parte del equipaje común: peroles, comida, botiquín, cuerdas... El equipaje individual de cada uno iba a nuestras espaldas, durante un recorrido de unos 1200 metros a pie. Ahí empezó nuestro verdadero contacto con la naturaleza. El paisaje estaba precioso, todo verde por las lluvias de este año, con un montón de arroyos y riachuelos cortando el sendero y con un sonido de canto de aves que nos rodeaba continuamente.
Llegamos a las cabañas soltamos las mochilas en la zona común, mientras procedíamos a hacer el reparto de grupos para dormir. Las cabañas son unas construcciones de piedra rehabilitadas, parte del antiguo asentamiento de la Sauceda, que sirvió de refugio a bandoleros antes de la guerra civil, republicanos durante la guerra y a maquis después de ésta, situadas alrededor de una carpa central cubierta, al lado de unos fogones y un pequeño almacén en la zona donde están los restos de una antigua ermita. Un entorno privilegiado aislado del mundo sin luz y sin cobertura, lo cuál nos serviría para desconectar del mundo tecnológico actual y probar, aunque sea de forma breve, lo que es vivir en contacto con la naturaleza. Paco nos entregó las llaves de las cabañas, que eran de distintas capacidades: una de diez, una de seis y el resto de cuatro, incluida la de los profes. También nos entregó las llaves de los servicios y de las duchas, que estaban un poco más alejadas de la zona central de la ermita. Bajamos el equipaje común y lo guardamos en el almacén, y tuvimos un rato para llevar los equipajes individuales cada uno a su cabaña, una vez que habíamos hecho el reparto final. Tras este tiempo nos volvimos a reunir en la zona central para compartir nuestro primer almuerzo que consistía en los bocadillos que cada uno se había traído preparado.
Después del almuerzo hicimos la primera actividad, que era una actividad de "Presentación y conocimiento del grupo" en la que teníamos que agruparnos después de varias preguntas según hubiésemos dado las mismas respuestas para ver como íbamos coincidiendo con distintas personas, a veces incluso con quien menos te esperabas.
Después continuamos con la actividad fuerte del día, que habíamos llamado "La marcha de la transformación" y para la que les habíamos pedido a nuestros alumnos que llevaran ropa vieja y los bañadores debajo. Ellos no sabían el porqué pero pensaban que tenía que ver con el lugar que íbamos a visitar o con la siguiente actividad. La única información que les dimos fue que íbamos a hacer una pequeña ruta hasta llegar a la laguna del Moral. Lo que no sabían es que seríamos nosotros mismos los que iniciaríamos a partir de un punto del recorrido una verdadera batalla en la que nos manchamos de barro y nos rasgamos las ropas, además de ponernos manchados de todos los colores con unas pinturas de dedos que llevábamos escondidas en la mochila de Cristina. Podéis comprobar en las fotografías el antes de la marcha y el después y veréis como acabamos todos multicolores y harapientos, pero fue divertidísimo. Además el factor sorpresa influyó en que la actividad todavía gustara más. Llegamos a la laguna y pudimos disfrutar de un entorno muy bello en el que además pudimos deleitarnos con el canto de muchas aves y pararnos a observar la belleza de algunos anfibios. La vegetación en la zona, todavía era más impresionante si cabe que la que teníamos alrededor de las cabañas. Y después de estar allí un ratito, iniciamos la marcha hacía el punto de partida, para realizar en la zona de la ermita la siguiente actividad, a la que llamamos "El bautizo indio".
La belleza de la laguna del Moral
Durante el bautizo terminamos ya de mancharnos por si lo estábamos poco, y acabamos todos y cada uno de nosotros con nuestro propio nombre indio, algunos más serios y otros muy divertidos y, aunque no cuente con detalles en que consistió, hay que decir que nos reímos un montón con las situaciones divertidas que se fueron dando, como por ejemplo cuando a Javier Carrión, el más bajo del grupo, le tocó bautizar a Abel, el más alto del grupo, o como cuando Rocío intentó fallidamente "bautizar" a Cristina... aunque a Cristina no le hizo tanta gracia... jajaja.
Tras el buen rato del bautizo, llegó el momento de ducharnos y librarnos de toda la suciedad, pintura y demás restos que nos cubrían, puesto que ya estábamos suficientemente transformados y comenzamos a ir pasando a las duchas ordenadamente. Los primeros fueron el grupo que tenía el encargo de realizar la cena de esa noche y una vez duchados se pusieron manos a la obra, deleitándonos después con un rico menú a base de panecillos con filetes a la plancha y una buena ensalada, rematado con una fruta de postre. Les salieron unos filetes bastante sabrosos que nos comimos con mucho gusto. Durante la cena y su preparación pudimos tener algo de luz en la zona común porque Paco nos había proporcionado un pequeño motor de gasolina que apagamos justo después de recoger y fregar todos los cacharros. Después nos valíamos de nuestras linternas, aunque en realidad era una noche bastante clara y despejada.
Cristina, Javi y Clara esperando la cena
Y después de la cena seguimos con la próxima actividad que teníamos programada, que consistía en un pequeño "
Taller de astronomía", donde el grupo encargado nos habló un poco de la fase de la Luna que podíamos observar y de algunas de las constelaciones que teníamos sobre las cabezas y que Javi y yo mismo completamos con un poco de información sobre como orientarse de noche usando como referencia la estrella Polar. Tengo que agradecer desde aquí a mis amigos
Alberto e
Iván, que se ofrecieron a resolver las dudas del grupo encargado de preparar este taller durante la semana previa a la acampada, respondiendo a todas sus preguntas por correo electrónico. ¡Gracias chicos, sois unos cracks!
Una araña enorme...
...y muchas babosas, antes del taller de astronomía
Y aprovechando que estabamos al aire libre en la noche y observando las estrellas pasamos a la siguiente actividad, "Las historias del canguelo", donde algunos de los chicos comenzaron a contar las historias de miedo que habían buscado, aunque la verdad es que el comienzo no fue muy bueno, porque se limitaron a leer las historias y nadie se atrevía a contar alguna un poco más "verídica". Yo rompí el hielo con una, que hizo bastante efecto, y causó bastante miedo y a partir de ahí la noche se volvió más divertida con varias intervenciones, destacando la de Marta, que nos contó una historia de una forma muy original. Cada vez el grupo tenía más miedo y muchos contábamos historias disfrazadas de verdad. Y por si a alguno no le quedó claro el sentido que tenía esa actividad, era demostrar que muchas de esas leyendas que se cuentan disfrazadas de verdad no tienen ningún sentido y que normalmente salen de la imaginación de alguna persona. Y por mucho que insistiéramos en que era cierto lo que nos había pasado o lo que le había pasado a algún amigo nuestro, repito que todo lo que allí contamos no eran más que historias ficticias inventadas para la ocasión.
Ya avanzada la noche y con el miedo aún en el cuerpo, planteamos hacer algunos de los juegos nocturnos que los distintos grupos traían preparados pero la mayoría decidió que mejor era descansar para el día siguiente. Javi, nos propuso dormir al raso, a aquellos voluntarios que quisiéramos y yo acepte, no muy convencido, aunque la propuesta no tuvo mucho éxito entre el alumnado, solo nos acompañó David. Pero la experiencia fue increible: partimos los tres con nuestros sacos y esterillas y caminamos unos 10 o 15 minutos por el camino que va al
pico del Aljibe hasta que encontramos una zona más o menos llana, con cierta inclinación, al lado de un riachuelo y rodeada de árboles. Perfecta para instalar nuestros sacos y deleitarnos con el silencio roto por el sonido del agua corriente, algunos insectos y el viento moviendo las hojas de los alcornoques y quejigos. Dormimos bastante bien y sobre las siete de la mañana nos despertó el canto de las aves y la luminosidad del amanecer de otro gran día que nos esperaba. Después de refrescarnos la cara en el arroyo, recogimos el pequeño campamento que habíamos improvisado y nos volvimos a las cabañas a dar el toque de diana para que el resto de compañeros se levantase a desayunar. Durante el desayuno, fueron muchos los que nos preguntaron qué tal nos había ido durmiendo al aire libre y tras ver el entusiasmo de David y de nosotros mismos al responder que había sido una gran experiencia decidieron que si la noche siguiente se daban las mismas condiciones nos acompañarían a dormir fuera.
Levantándonos tras dormir al aire libre...
...en un entorno paradisíaco
Tras el desayuno reponedor, comenzamos la "Marcha al pico del Aljibe", un bonito recorrido que iniciamos tranquilamente hacia esa elevada zona, con varias paradas en el recorrido, una de ellas la aprovechamos para realizar una pequeña charla sobre la vegetación de la zona y los usos tradicionales de la misma, centrada sobre todo en el alcornoque, para lo cual les entregamos un pequeño documento con información y actividades que nuestro compañero Fernando había realizado hace algunos años y que aprovechamos para la ocasión. Tras esta parada a mitad de camino y el pequeño descanso continuamos con la subida que a pesar de su dureza nos deleitaba con paisajes e imágenes cada vez más bellas. También aprovechamos todo este recorrido para proponer un "Concurso de fotografía de elementos naturales curiosos, simétricos o bellos" que terminaremos de resolver en los próximos días, puesto que nos consta que se realizaron fotos bastante bonitas y curiosas. En lo alto del pico del Aljibe pudimos disfrutar de unas vistas maravillosas y espectaculares, a pesar de que el día estaba un poco nublado y amenazaba lluvia y soplaba un viento bastante fuerte. A lo lejos podíamos ver el mar y el Peñón de Gibraltar. Tras permanecer un buen rato allí y reponer fuerzas, iniciamos la bajada por el mismo sendero que habíamos subido, hubo algunas caídas pero sin la mayor importancia y el camino de vuelta se llevó a cabo con toda tranquilidad, a pesar de que tardamos bastante menos que en subir. Salió el sol y comenzó a apretar un poco el calor durante la bajada y disfrutamos de los mismos paisajes pero con otra luminosidad, lo que los hacía parecer distintos.
En marcha hacia el pico del Aljibe
Disfrutamos de paisajes bellísimos
Rodeados de agua y vegetación
Alcornoques descorchados
En la cima del pico del Aljibe
Una vez en el campamento base, el grupo encargado del almuerzo preparó una gran cantidad de arroz a la cubana y un buen plato de salchichas con huevo, además de una ensalada, que prácticamente devoramos por el hambre que traíamos después del gran esfuerzo que había supuesto la subida al pico del Algibe. Terminamos el almuerzo comiendo fruta y satisfechos de disfrutar otra comida realizada con mucho cariño. Todas las comidas fueron realizadas por los alumnos y fue una experiencia bastante positiva, puesto que con unas pequeñas orientaciones del profesorado, chavales y chavalas que en su casa nunca habían ayudado en la cocina, no habían manejado peroles o sartenes o no habían cortado cebolla, ajo o lechuga, tuvieron su primer contacto con una cocina y después se encontraban orgullosos de la tarea realizada.
Cristina y Clara ayudaron a preparar el arroz
Tras el almuerzo un pequeño descanso y nos enteramos que había otro grupo de escolares que ocuparían las cabañas cercanas a las nuestras cuando Paco vino a traernos unos sacos de un rico pan de pueblo. Al parecer venían de Málaga y habían tenido unos problemillas para llegar a la zona puesto que se habían encontrado una carretera cortada y tuvieron que hacer caminando unos doce kilómetros...
La siguiente actividad comenzó sobre las cinco de la tarde, y era un "Taller de dibujo en la naturaleza" que pusimos en marcha entre Cristina y yo. Cristina se encargo de la parte técnica y nos deleitó con una gran clase de técnicas de dibujo y materiales varios que la mayoría desconocíamos y nos enseñó como hacer un boceto rápido de animales vertebrados, sobre todo aves. Como yo mismo le dije a ella, a mi me trasladó a mi infancia cuando pasaba horas y horas dibujando con mis lápices de colores Alpino. Después de Cristina, intervine yo con una breve exposición teórica de como observar en silencio, por ejemplo para dibujar aves, anfibios y reptiles, y continúe con una breve charla sobre como distinguir y dibujar los principales tipos de artrópodos para lo cual me llevé varios escarabajos que había ido encontrando durante la marcha de la mañana y una gran araña que había capturado en una de las cabañas la noche anterior. Les hablé del número de patas y demás apéndices y de las partes corporales que tienen los principales grupos de artrópodos: Insectos, arácnidos, crustáceos y miriápodos, y una vez terminada la parte teórica repartimos unos pequeños cuadernitos, un lapiz HB y una pequeña caja con seis lápices de colores para que salieran a dibujar al aire libre y les dimos más o menos una hora de tiempo, que aprovecharon para dibujar tanto animales como plantas. A la vuelta nos enseñaron de todo: habían pintado hormigas, escarabajos, arañas, flores, pajarillos, lagartijas, ranas, renacuajos, árboles, las cabañas, escolopendras... Muchos nos comentaron que habían perdido un poco el miedo por "los bichos" y les había servido para aprender a respetar un poco más la naturaleza.
También dibujamos muchos insectos...
...desde hormigas hasta escarabajos
Aprovechando que estábamos reunidos para revisar los dibujos, Javi planteó la siguiente actividad, que llamamos "El quitamapas" y consistía en una divertida prueba de orientación con mapas, en la que había que localizar el máximo de balizas posible, dibujando el símbolo que las identificaba, intentando que los dos quitamapas que había en cada momento te dieran el cambiazo dejándote a cero. Fue bastante divertida y nos hartamos de correr huyendo unos de otros o persiguiéndonos y sospechando si la persona que se te acercaba era uno de los quitamapas. Yo debo tener cara sospechosa, puesto que todos me huían a pesar de que nunca llegué a ser un quitamapas... y llegué a localizar unas quince balizas de las veinte que Javi había distribuido. El ganador parece ser que fue mi tocayo de apellido, Lobato, que localizó unas 18 marcas.
Después del juego de nuevo a ducharse y a cambiarse de ropa, con prioridad para el grupo que tenía que preparar la cena de la segunda noche: sopa de fideos con caldo de ave y aliño de patatas con pimiento, tomate y melva, que resultó en otra cena bastante rica y completa que también comimos con bastante ansia.
Tras la cena planteamos otro de los juegos que habíamos ido ideando pero que nos faltaba por rematar y que podríamos llamar, ya que no le pusimos título "La terrorífica historia de la Sauceda". Resulta que unos días antes de partir de excursión habíamos preparado un texto extraído en parte de diversas páginas web e inventado el resto, en el que contábamos la historia del poblado de la Sauceda y lo habíamos adornado con historias de fantasmas. Este texto se lo habíamos pasado a una alumna, con la que estábamos compinchados (¡gracias Elena!) para que cuando nosotros se lo indicásemos, lo sacase y lo leyese como si fuera una información cierta que había encontrado navegando por la red. Cuando planteamos la actividad, ya en la acampada, de noche y sin luces, reunimos a todo el grupo en la carpa central y les pedí que se colocaran formando los cuatro grupos originales, soltando todas las linternas en la mesa, excepto una por cada grupo.
Entonces les planteé que íbamos a hacer un juego relacionado con la historia de aquel lugar y le pedí amablemente a Elena que nos leyera la información que había encontrado. Inmediatamente todos alucinaron con aquella terrible historia que estaba leyendo su propia compañera. Después yo le añadí algunos detalles más, destacando la historia de cuatro personajes que habían sufrido mucho durante la guerra civil y cuyas almas vagaban errantes por aquellos campos. Así conseguimos crear un ambiente de misterio ideal. Y entonces les propuse el juego: a partir de aquellas historias que habíamos contado el juego consistiría en ir encontrando pistas, por grupos y con una sola linterna, que los conducirían a reunir cuatro partes de una fotografía de cada uno de los cuatro espíritus atrapados, con el objetivo de reunir los fragmentos y quemarlos para liberar a dichas almas (al estilo de Entre fantasmas...). Como no estaban Clara, Cristina ni Javi, todos me preguntaron qué estaban tramando y yo les conté que estaban escondiendo las pistas, sin embargo ninguno se imaginaba que estaban disfrazándose... Todo estaba listo para comenzar el juego, sólo quedaba que yo me pusiera mi disfraz, pero yo mismo era el encargado de dar inicio al juego. Así que les dije que me esperaran un par de minutos que iba a ir a confirmar que todas las pistas estaban en su sitio, y aunque no lo sospechaban ya no volví... También nos habíamos compinchado con otro alumnos (¡Gracias David!) para que cuando yo me fuera y no volviera como les había dicho fuese él mismo el que animase a sus compañeros a salir a buscar las pistas y así lo hizo. A partir de ese momento el juego se volvió muy divertido y comenzó una delirante búsqueda de pistas aderezada con un montón de sustos proporcionados por los cuatro espíritus, que no eran más que los cuatro profes disfrazados: Cristina con la cara pintada y una capucha, Clara con una máscara verde y una capa negra, Javi con una mascara de calavera, capa y capucha negra y yo con una máscara bastante fea, peluca larga, una capa y un gran palo a modo de bastón. De los sustos pasamos a las risas y todos los grupos fueron encontrando poco a poco todas las pistas y los trozos de fotografía y todos terminaron quemando las fotos completas de sus espíritus. Fue una noche muy divertida de carreras, muchos gritos, sustos, escondites, búsquedas, carcajadas, risas, risas y más risas...
Tras esta intensa actividad seguimos jugando a otro de los juegos propuestos por los alumnos: el juego de "Psiquiatría". Y como la mayoría sabíamos de que iba, hicimos un círculo enorme rodeando a Juan y Juan Carlos que lo desconocían y les propusimos que averiguaran, haciendo todas las preguntas que necesitaran, cual era la supuesta enfermedad psiquiátrica que teníamos todos... Fue muy divertido y Juan lo adivino un poco antes que su compañero Juan Carlos. Pero todos nos reímos un montón.
Y llegó la hora de retirarse a las cabañas a descansar. Javi y yo habíamos pensado salir otra vez a dormir al aire libre y había un grupo de chicos bastante numeroso que quería acompañarnos así que les dimos un ratito para que descansaran antes de partir, pero cuando llego la hora de salir vimos que el cielo estaba bastante encapotado y que sería muy probable que lloviera esa noche así que decidimos que sería mejor quedarse en las cabañas esa noche. De todas maneras gastamos una última broma, ya que les contamos que nos íbamos a dormir al raso, pero esta vez sin saco de dormir ni nada... con lo que se quedaron atónitos y nos dijeron que los profes estábamos mas colgaos que ellos mismos. Evidentemente en esas condiciones, nadie estaba dispuesto a acompañarnos, así que muchos durmieron esa noche pensando que nos habíamos ido a dormir fuera sin saco. Nos volvimos a nuestra cabaña y después de un rato charlando entre los cuatro cogimos el sueño y descansamos.
Amanecer lluvioso en la Sauceda
La ermita bajo la lluvia
El último día de acampada amaneció lloviendo, -menos mal que no nos fuimos a dormir fuera.- pero era un día precioso, con mucha luz a pesar de la fuerte lluvia y no hacía nada de frío. Para esa mañana teníamos prevista la realización de una ginkana por lo que esperamos a ver si paraba de llover para ver si la poníamos en marcha o la anulábamos y al poco rato dejo de llover, por lo que antes del desayuno Javi y yo nos fuimos a colocar todas las pruebas de las distintas estaciones por el largo recorrido que habíamos planteado. Cuando volvimos de colocarlas, nos reunimos con el resto del grupo que había empezado a desayunar en las carpas. Fue un desayuno muy reparador y hablamos entre los cuatro profes de la conveniencia de seguir con la actividad o de anularla, ya que había un gran tramo del recorrido que era casi imposible de realizar por la cantidad de barro que allí había. Así que al final decidimos mantenerla pero haciendo algunos cambios en el recorrido, así que nos pusimos manos a la obra, lo acortamos un poco y planteamos las nuevas estaciones. Pero antes de empezar teníamos que recoger las cabañas, ya que iban a venir a limpiarlas porque por la tarde cuando nosotros nos fuéramos entraría otro grupo, por lo que nos pusimos manos a la obra y dejamos todas las mochilas preparadas para cuando tuviéramos que partir y las cabañas recogidas. Después nos repartimos el trabajo de las pruebas de la ginkana entre los cuatro y al poco rato dio comienzo "La gran ginkana final" en la que, protegidos de la lluvia intermitente por sus chubasqueros, tuvieron que resolver enigmas, darse globazos de agua, inventar una canción y terminar haciendo rápel en una pared vertical. El rappel era la prueba final, aunque no era obligatoria y sólo lo hizo quien quiso voluntariamente. Estando allí empezó a llover cada vez más fuerte y nos pusimos calados hasta los huesos, pero para algunos chicos la experiencia de estar bajando con las cuerdas mientras les caía lluvia y granizo fue única e impresionante. Muchos quedaron encantados de aquella actividad. Recogimos todos los materiales y nos volvimos para el campamento a la hora del almuerzo y mientras el grupo correspondiente preparaba un buen almuerzo, los demás nos cambiamos la ropa mojada. El almuerzo fue de lujo: macarrones a la boloñesa con su correspondiente carne picada que nos había guardado Paco y que amablemente nos trajo esa mañana, y una buena ensalada y como no podía faltar, fruta de postre.
Lluvia entre los árboles y cabañas
Haciendo rápel bajo la lluvia
Incluso algunos bajaron con granizo...
Tras el almuerzo un poco de descanso y empezamos a darnos cuenta de que aquello se acababa y ya a muchos se nos notaba la cara triste. Pero todavía quedaban un par de actividades. La primera consistió en extender un gran trozo de papel continuo en el que escribiríamos lo que nos llevábamos de aquellos tres días de acampada y lo que habíamos conseguido dejar atrás y la respuesta fue tremenda: repartimos rotuladores de colores y en un momento el cartel se llenó de frases de amistad, de buenos momentos, de agradecimientos, de hermandad, de alegrías, de risas, de aprendizaje, de humor, de sustos, de actividades... en la parte de "que me llevo" y de cosas como el estrés, la dependencia de las tecnologías, el móvil, Internet, el reproductor de mp3, los videojuegos, la intranquilidad... en la parte de "que dejo atrás". Los sentimientos habían empezado a aflorar.
El cartel de "lo que me llevo"
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Y fue entonces cuando propusimos la actividad final, "La entrega de regalos". Armados con nuestros rotuladores de colores y equipados con una camiseta blanca, comenzamos a escribirnos unos a otros, empezando por la espalda, para que no se pudiera leer el mensaje al momento, cosas que quisiéramos decirle a nuestros compañeros, o sentimientos que hubiéramos compartidos o palabras de amistad y agradecimiento y el resultado fue increíblemente impresionante: estuvimos casi una hora y media de tiempo escribiéndonos en las camisetas. Yo creo que todo el mundo le escribió a todo el mundo. Y al final muchos estábamos con un nudo en la garganta, otros con las lágrimas saltadas, comenzaron a salir abrazos espontáneos y el sentimiento de hermandad y amistad se palpaba en el ambiente. Se había creado un vínculo muy difícil de borrar entre todos los que habíamos venido a la acampada, independientemente de nuestra condición de alumno o profesor. Fueron unos momentos muy bonitos. No todos se atrevieron a leer las camisetas en ese momento y prefirieron dejarlo para algún momento de intimidad pero algunos empezaron a emocionarse cuando veían las palabras que les habían dejado sus compañeros. No dudo que todos guardaremos esa camiseta como oro en paño.
Yo escribiendo mientras me escribían
Y entonces llegó la hora de marcharnos, no antes sin hacernos una foto final de todo el grupo, tras la que comenzamos a subir todo el equipaje posible en el Land Rover de Paco. Solo quedaba desandar el camino de vuelta al lugar en el que nos esperaba el autobús. Mientras volvíamos no podíamos dejar de pensar en todo lo que habíamos vivido y tampoco podíamos dejar de disfrutar del verde de aquel paisaje paradisíaco que nos rodeaba, que aquel día aún brillaba más por la lluvia reciente que había caído. Así llegamos al autobús, cargamos todo el equipaje y nos subimos deseando que el viaje de vuelta se hiciera muy corto y con ganas de no abandonar nunca aquel lugar...
La vuelta fue un poco movida, puesto que los macarrones del almuerzo y el mareo que provocaban las curvas, no sentaron nada bien a algunos chicos que vomitaron varias veces, pero a parte de eso en general se hizo bastante corto. Muchos aprovecharon para recordar los buenos momentos vividos y otros para escribir en un pequeño cuadernito verde que habíamos dejado al principio de la acampada para que quien quisiera, en el momento que le pareciera, anotara cualquier cosa que creyera conveniente, para dejarlo después en el instituto, junto con una recopilación de fotos como recuerdo de esta gran experiencia que ha sido la acampada en la Sauceda de los alumnos y profes de 1º de Bachillerato del IES La Campiña del curso 2009/2010.
Llegamos a Arahal un poco antes de las nueve de la tarde, sin más contratiempos, y nos despedimos con más abrazos, dando fin a una gran excursión de la que todos regresamos transformados por todo lo que habíamos aprendido, por los buenos momentos compartidos y por el contacto directo con la naturaleza y con la amistad que nos acompañó durante todo el tiempo.
Al final todos estábamos acuerdo en algo: habíamos vivido una experiencia que sería difícil olvidar y que había merecido mucho la pena y nos iba a costar un tiempo adaptarnos a la vida y a la rutina diaria normal...
Belleza natural en la Sauceda